La contaminación ambiental no sólo viene de fuentes obvias como la combustión o nuestros residuos inorgánicos. Una fuente importante es tu ropa, en forma de microplásticos textiles. Las pequeñas fibras que se desprenden de las prendas son parte importante del plástico que contamina los océanos del mundo.

Resulta tan obvio, pero tiene tan poca visibilidad. La llegada de materiales como el nylon o el poliéster revolucionó la industria textil en el siglo XX, al ofrecer telas capaces de imitar características de los materiales que tradicionalmente nos vestían, a precios más bajos. Esto fue claramente un gran salto para la economía del siglo pasado: una alternativa para vestir a la humanidad.

Tradicionalmente, nos hemos vestido con telas de origen vegetal como el algodón, el lino, el cáñamo; en algunos lugares se utilizan materiales más raros, mezclados con los convencionales, para darles firmeza o resistencia.

En cuanto a los textiles de origen animal, los clásicos son lana y seda, acompañados en algunos lugares por el pelo de camello. Los siguen, ya en un terreno más raro o “exclusivo” la angora, la alpaca, el Kashmir, el Mohair. Por supuesto, el cuero y la piel han sido una parte importante en nuestras tradiciones de vestido, pero no son textiles.

El nylon se creó en 1938, en el seno de Dupont, un material que buscaba emular a la lana y la seda, y que químicamente se define como una poliamida. Es un material con alta resistencia al desgaste y a la química, de gran estabilidad térmica, es duro y resistente, además de ser inmune a las polillas.

Pero el jugador dominante llegó poco después, en 1950, cortesía de la empresa química ICI: el poliéster. Su materia prima es el tereftalato de polietileno, conocido como PET. Así es, tu ropa tiene más que ver con las botellas desechables de lo que pensabas. De hecho, es a la fecha una forma de reciclar el PET de los envases, bajo el concepto de economía circular.

Entre las propiedades que se le encuentran al poliéster están una mayor resistencia a humedades, abrasiones y condiciones climáticas extremas, fácil lavado, no se deforma fácilmente, es muy durable y, dicen los que saben, “la intensidad del color de la estampación es mayor”.

El poliéster sigue siendo un gran jugador en la industria vestido, con 50% del total del mercado de textiles. No es raro que algunas prendas de algodón y otros materiales lo utilicen en cierta proporción para mejorar sus características. Sin embargo, la crítica que hacen muchos expertos hoy es que son un gran productor de microplásticos.

Según se menciona, más del 35% de los microplásticos (aunque este estudio de la revista Ciencia dice que el 85%) que se encuentra en los océanos proviene de los textiles. Al parecer una gran parte proviene del simple lavado de tu blusa o camisa favorita, y otra más por el desgaste de la prenda cada vez que te la pones. Por cualquier vía, esa fibra de plástico termina en el mar.

Al parecer los filtros en la lavadora y el tratamiento de aguas residuales pueden evitar que muchos microplásticos se vayan al mar, lo que tiene a los científicos investigando cómo es que de todas formas llegan. En 2020, la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA) hizo un pequeño documento que incluye algunas medidas para tratar de disminuir esta fuente de contaminación:

  1. Lavar la ropa menos seguido,
  2. lavar sólo con cargas completas para reducir la fricción,
  3. utilizar productos que capten las microfibras en la lavadora (hay bolsas y esferas especiales que lo hacen),
  4. lavar con agua más fría y por menos tiempo,
  5. instalar filtros externos,
  6. usar lavadoras de “ventanita al frente”, que al parecer producen menos microfibras que las de tapa superior.

Pero la autora del texto de la revista Ciencia llama la atención sobre un aspecto particular: hay que bajar la adicción a la moda rápida, o fast fashion. Es un hecho que los mexicanos estamos comprando más ropa y desechándola más rápido que antes. En Estados Unidos, la mujer promedio posee 550 dólares en ropa que ni siquiera ha estrenado, y compra al menos una prenda por semana.

En México hoy se tiran a la basura más de 740,000 toneladas de textiles al año, contra 574,000 en 2011. Muy poca ropa se recicla o reúsa, y no hay garantía de que lo que llega al relleno sanitario (asumiendo que hay uno) no seguirá degradándose y liberando microplásticos que terminan muy lejos, en el océano.

Moderar el consumo es, por ahora, otra forma de combatir la contaminación por microplásticos, en lo que se diseñan mejores soluciones.

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