Hemos visto muchas campañas que piden adoptar, no comprar, cuando se trata de nuestros queridos perros. Hay muchas razones para hacerlo. La población de perros en México se estima en 23 millones, según datos de INEGI, de los cuales un 70% estarían viviendo en las calles (unos 17 millones de lomitos). La fuente que cito es la exposición de motivos de una reforma al código penal de la CDMX que penaliza el abandono animal. Bien por eso.

Ahora bien, si adoptar es lo aconsejable por el bien de nuestros dogos, ¿dónde deja esto a los criadores de perros de raza? Pues hay diversas opiniones. Algunos ven esta actividad con malos ojos, y la reprueban, pues la consideran una forma de hacer dinero a costa de seres vivos.

Por otro lado, están quienes resaltan que la tres razas de perros que el mundo reconoce como mexicanas no existirían sin la cría formal. Es decir: el Chihuahua, el Xoloitzcuintle y el Calupo (un perro/lobo poco conocido, pero que tiene rastros hasta en Teotihuacán) son razas que hace tiempo hubiéramos perdido, de no existir los criadores. De hecho, últimamente he visto más xolos en los hogares mexicanos, lo que implica casi un rescate, porque esta raza llegó a estar en peligro de extinción.

En el mundo hay 356 razas de perros reconocidas oficialmente por la Federación Cinológica Internacional, que agrupa a 78 países miembros, entre ellos México. Hay 12 razas que están por ser aceptadas, además de otras 30 o más razas de perros ferales. Fuentes como la revista científica Nature se refieren a más de 400 razas diferentes. La mayor parte de ellas, eso sí, provienen de una sola fuente: la mano humana.

Aquí viene una parte un tanto emocional. La gran diversidad en forma, aspecto y temperamento de los perros del mundo, que sucede con muy pocas especies del planeta, es producto de un trabajo que ha llevado entre 16,000 y 30,000 años a su “mejor amigo”. Los perros son algo nuestro, pero a la vez somos parte de esta creación, como sucede con el maíz, la agricultura o el arte. Un mundo sin el blanco y negro de los dálmatas o las orejas triangulares y la nobleza de los pastores alemanes o el pelaje de los Collies o el tamaño de los San Bernardos o la astucia de los salchicha ¿no sería menos alegre?

Ahora bien, un estudio de Nature entre más de medio millón de perritos en Gran Bretaña –un país con pocos callejeros– encontró que los perros de raza tienden en promedio a vivir más que los híbridos. Sin embargo, registró importantes variaciones, que se deben tener en cuenta, y que han hecho de los Bulldogs y Pugs el centro de una discusión sobre su existencia. Estas razas tienen problemas fuertes, de salud y bienestar por lo que podríamos llamar una mala crianza. La selección de rasgos físicos ha deformado tanto al Bulldog, que lo convirtió de una raza que peleaba con toros (de ahí el nombre) en un ser que apenas puede respirar y tiene problemas cardiacos y de estructura ósea. Viven poco, y no muy bien, la verdad.

Ahí está la discusión en cuanto a las razas, para pensar una conclusión personal, pero ¿qué tiene que ver esto con el medio ambiente? Bueno, bastante. Buscando datos, confiables sobre cuantos perros hay en el mundo, uno sólo encuentra proyecciones y estimaciones. Por supuesto, los gobiernos de los países no se han dedicado de lleno a contarlos, pero me quedo con este dato de Matthew E. Gompper, de Oxford, quien estima que hay más de 986 millones de perros en el planeta, es decir, van llegando a los 1,000 millones. Un perrillo por cada siete seres humanos.

A parte de convertirlo en una de las especies de mamíferos más exitosas del planeta, este dato también sirve para reflexionar sobre la huella de carbono de nuestros amigos. Es considerable, por vía de su alimentación y sus desechos. Además, el propio Gompper apunta a la interacción con las especies salvajes, en donde 1,000 millones de individuos sí pueden incidir negativamente en los animales ferales del planeta. 

¿Es la solución disminuir la población callejera por medios “amables”, como la esterilización y, digamos, la adopción masiva? En parte, pero esto también resalta el problema de que producir alimento sano para nuestros amigos en casa tiene los mismos efectos ambientales que la generación de comida para humanos. Y el manejo de sus desechos orgánicos es todo un problema, pues en el mejor de los casos terminarán en la basura, pero en una triste mayoría de las ocasiones quedarán en la calle.

Al parecer actual el consenso es que deben existir menos perros y de preferencia la mayoría al resguardo en hogares. Hay quien se preguntaría si ésta es una vida ideal, pero no compliquemos más las cosas. De raza o no, nuestro deber es controlar la huella ambiental de nuestros perros, manejando adecuadamente sus desechos y buscando alimentos que tengan poca huella de carbono. Por supuesto, ello incluye nunca, nunca abandonarlos, ni por ellos, ni por el medio ambiente, ni por lo que ello dice de nosotros.

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