¡Claro que la electromovilidad, el uso de autos eléctricos deja huella! Todo lo que hacemos tiene una huella ambiental. Desde respirar, para acabar pronto: lo que emitimos cada vez que exhalamos son gases de efecto invernadero y, pues, algo es seguro, no podemos dejar de hacerlo, ni siquiera disminuir la frecuencia de nuestro aliento.
He observado que entre las conversaciones y los mensajes en redes sociales sobre los autos eléctricos ha crecido la crítica hacia una tecnología que apenas va empezando, y que por ahora no ha contaminado mucho. Hay dos cosas que tiene al comprador en potencia sumamente preocupado respecto de los autos 100% eléctricos: la angustia de dónde cargarlos en carretera y ahora la preocupación por los residuos que algún día dejarán estos vehículos durante y después de su vida útil.
No es raro. La mayor parte de la gente tendemos a resistirnos al cambio. Estamos cómodos con las cosas como son, y hasta nos molesta especialmente si parece una imposición, aunque sea de lejos. Ese es el gran obstáculo que han tenido que superar los vehículos eléctricos, y la gran razón por la cual los gobiernos de países desarrollados han optado por apoyar el cambio con muy concretos beneficios fiscales, incluso subsidios.
Pero el siguiente recurso es racionalizar. Así, parece cundir la idea de que los vehículos eléctricos tal vez no quemen gasolina cada minuto, pero aún tienen una gran huella de carbono, si se considera la forma en que se genera la energía que consumen. En México esto aplicaría muy claramente: si la mayor parte de la electricidad en México se produce con combustóleo (un combustible de muy baja calidad), entonces no se ahorrarían emisiones. ¿Correcto? Pues no, no es correcto.
Buscando documentar con mucha precisión ese tema, la organización de investigación especializada en nuevas energías, BloombergNEF, se dedicó a medir todas las emisiones que implica diseñar, construir, vender y usar un vehículo eléctrico. Lo hizo en varios países del mundo, incluyendo China, en donde también queman petróleo con sana alegría.
El resultado se puede leer en el reporte titulado No hay duda: los vehículos eléctricos son verdaderamente más limpios que los de gasolina. A grandes rasgos, los investigadores midieron las emisiones que cuesta fabricar cada parte de los vehículos de ambas tecnologías, así como operarlos: De principio a fin y en cualquier país, el resultado es positivo para los vehículos eléctricos, también de forma contundente.
¿Por qué es menos contaminante, aún si la energía se genera con coque de petróleo o carbón? Porque, entre otras cosas, producir la misma gasolina tiene un fuerte efecto ambiental, como lo saben quienes viven cerca de una refinería, además del costo de extraer, transportar y almacenar petróleo y sus derivados.
También porque los autos eléctricos requieren menos partes, expuestas a menor desgaste que los autos a gasolina. Hay que recordar que la combustión interna está prácticamente iniciando un mini incendio cada varios segundos.
“Oye, pero es que las baterías requieren tierras raras, que cuesta mucho extraer y pueden contaminar mucho al desecharlas…”. Es cierto que los componentes más caros de los vehículos eléctricos son precisamente sus baterías. Se calcula que cambiar todas las baterías de un Tesla costaría entre 10,000 y 12,000 dólares, pero se estima que la duración de éstas es por un mínimo de ocho años, tal vez hasta 15.
La tecnología para baterías está evolucionando muy rápidamente, por obvias razones: se busca que cada vez sea más barata y menos contaminante. Eso quiere decir que tal vez ni siquiera el litio vea una década completa como componente clave en algunas de las baterías de los vehículos eléctricos.
Aún de seguirse necesitando materiales raros, absolutamente nada estorba la práctica de una economía circular. De acuerdo con el Electric Vehicule Council, la gran mayoría de los materiales puede reciclarse totalmente. Lo caro suele ser construir la infraestructura para recopilar y extraer estos componentes, pero éste es un momento perfecto para crear las cadenas de disposición y reciclado de baterías, con buenos márgenes que garanticen la sostenibilidad económica.
De forma que el pretexto de la huella ambiental no es válido para resistirse a la electromovilidad. En lo que hay que concentrarse es en la infraestructura de carga de vehículos, y en la ampliación de la capacidad de generación de electricidad de cada país para hacerle frente a esta demanda. Ello buscando que se haga cada vez más por medio de energía renovable. Y por supuesto, las ciudades tienen un compromiso con proveer más transportes público, idealmente eléctrico, si nos hacen el favor.
