El hidrógeno verde está dejando de ser una tecnología del futuro. El mundo está cada vez más cerca de lograr la producción de hidrógeno de forma económica y energéticamente eficiente. Cuando se traspase el umbral, el hidrógeno se convertirá en uno de los combustibles más importantes para todos.

El hidrógeno es el elemento número uno de la tabla periódica y el más abundante en el universo. Es un combustible fenomenal, pero tiene un problema. Es muy encimoso, como diríamos en México. En nuestro planeta, el hidrógeno tiende a unirse con otros elementos, como sucede con el oxígeno, el nitrógeno y el carbono, entre otros muchos más, metales y no metales. Pero de estos tres primeros surgen tres cosas que conocemos muy bien: el agua, el amoniaco y el metano, entre un gran número de hidrocarbonos.

La cuestión es que al hidrógeno hay que aislarlo por diversos métodos. Por ahí del siglo XVII diversos químicos famosos descubrieron que había un gas resultante de mezclar metales como la limadura de hierro con ciertos ácidos. Pero Lavoisier y Laplace fueron quienes lo identificaron como un elemento diferente e inflamable, en 1763. Ya para el siglo XIX, el hidrógeno era usado para inflar globos y después dirigibles, que prometían ser toda una tecnología para volar hasta la desgracia del Hindemburg, nave que ardió completamente por accidente.

Para obtener hidrógeno, evolucionó en aquel siglo la técnica de la electrólisis, cuyo primer ejemplo se dio en 1789. Para principios del siglo XX ya había 400 plantas electrolizadoras en el mundo, que alimentaban tanto a los dirigibles como a los fertilizantes basados en amoniaco. Sin embargo, más adelante en el siglo pasado, se empezaron a usar otros procesos para obtener hidrógeno, como el reformado de metano con vapor, que era un proceso más barato, pero que libera carbono a la atmósfera, a veces mucho.

Hay varios proceso más para obtener hidrógeno, pero la oxidación parcial de hidrocarbonos o la pirólisis de metano. Incluso, hay quien ha experimentado con algas y cianobacterias para descomponer el agua. Sin embargo, la mayoría de estas tecnologías han resultado muy caras o complicadas para obtener hidrógeno en grandes cantidades.

Hacia los 1990, comenzaron a diseñarse nuevamente mejores electrolizadores y celdas de combustible de hidrógeno, a costos mucho menores que antes. Eso daría pie a los primeros autos impulsado por celda de hidrógeno, esas maravillas que no producen más residuos que agua a su paso. Sin embargo, aunque el proceso no libera carbono, no se le puede llamar hidrógeno verde, pues en aquel entones la mayor parte de la electricidad venía de combustibles fósiles.

Así, entramos a la cuestión de los colores del hidrógeno. Todos los procesos que utilizan hidrocarbonos como gas natural y liberan el carbono resultante a la atmósfera son conocidos como Hidrógeno Gris. Es una técnica bien conocida en la industria petroquímica.

El Hidrógeno Azul sigue más o menos los mismos procesos que el Gris, pero captura el carbono resultante, en lugar de liberarlo a la atmósfera. La captura de carbono es otro tema que habrá que tocar, pero hay muchas dudas sobre su eficiencia y efectividad. 

Finalmente está el Hidrógeno Verde, el que utiliza electrólisis y agua, pero en donde la electricidad utilizada proviene en 100% de energías renovables, como solar, hidráulica y eólica. Hay quien se siguió con la cuestión de los colores, y también le llaman Hidrógeno Amarillo al que sólo usa energía solar, así como Hidrógeno Rosa, al obtenido con energía exclusivamente de plantas nucleares.

¿Por qué tanta preocupación porque sea verde el hidrógeno? Hay una serie de reglas cuando se trata de usar fuentes de energía, pero podemos centrarnos en dos muy de sentido común:

  1. La regla económica: la energía producida debe aportar más valor económico que lo que cuesta generarla. Si me cuesta más dinero producir una celda de hidrógeno que el valor de la energía que me va a dar, no tiene sentido.
  2. La regla energética: la energía producida debe generar mucho más poder que la energía invertida en generarla. De lo contrario estaríamos jugando al Tío Lolo.

Por ejemplo, sacar petróleo cuesta gran cantidad de dinero y consume mucha energía en los aparatos y fábricas que lo extraen y la gente que se transporta para operar las máquinas. Sin embargo, el petróleo obtenido genera mucha más energía que lo utilizada en extraerlo, y rinde en dinero como bien sabemos.

El hidrogeno verde, además de cumplir estas dos reglas, tiene que liberar menos carbono a la atmósfera que otras tecnologías. En eso está la investigación y las inversiones que se están haciendo ahora mismo en este nuevo ecosistema. El cálculo a 2024 es que había 678,000 millones de dólares en inversiones directas anunciados o en operación en el mundo, con la mira en 2030. De ellos, unos 75,000 mdd ya estaban en etapas de operación, mientras que el resto se compone de proyectos y anuncios.

De funcionar todo este dinero invertido, el hidrógeno verde será una enorme revolución energética en unos 10 años más. Una tecnología mucho más limpia y eficiente para cerrar mejor este atribulado siglo, basada en el átomo más simple del universo.

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