Ya llegó esa temporada, una nueva oportunidad para disponer de tus residuos sólidos
extraordinarios de manera responsable.
Hace muchos años, en los grandes roperos de las abuelitas nacidas en la Generación Silenciosa, o
incluso antes, a principios del siglo XX, rebosaban de cosas que “podían servir”. Era todo un deleite
para los chamacos curiosos “echarse un clavado” en aquellos viejos muebles.
Entre los tesoros a encontrar estaban juguetes y muñecas muy viejos, quizá de algún antepasado
más o menos lejano. Fotos de personas que ya nadie recordaba. Pero también estaban aquellas
enorme bolsas de moños y listones: anchos moños rojos, discretos moños azules y rosas, algunos
bonitos ejemplares blancos y plateados, arrancados de un regalo de bodas hace algunas décadas.
O bien, listones que alguna vez fueron convertidos moños en manos de una experta dependienta
de una tienda departamental.
Muchos de estos moños nunca se volvieron a utilizar, pues por algún encantamiento raro nadie los
recordaba cuando era necesario envolver un regalo… o muchos, en Navidad. Siempre había moños
nuevos engrosando la colección, y pocas salidas. Vaya, si ese superávit hubiese sido de billetes,
otro gallo le cantara a la economía mexicana.
Aún así, puedo recordar algún momento de emergencia, especialmente el día del Maestro, cuando
era evidente que a todo mundo se le había olvidado comprarle un regalo al profe. En el lo más
álgido de la crisis, llegaba la abuela triunfante con una caja bonita, un moño y un adornito que
había guardado por varios años. Problema solucionado.
Cada año, las autoridades y ONGs a favor del medio ambiente nos recuerdan en estas épocas navideñas que
diciembre y enero son los meses con mayor flujo de desperdicios sólidos. El dato, que viene
circulando desde hace varios años (habría que darle una revisada) por parte de la autoridad es que
los desechos sólidos aumentan en 30% en estos meses. Muchas de las toneladas adicionales
vienen del papel de regalo, los moños y las tarjetitas que contienen dedicatorias, para no hablar
de metros y metros de cinta adhesiva, esa que en México seguiremos llamando Durex.
Ya nadie guarda moños. La actividad se ha vuelto un anatema para los seguidores de Marie Kondo,
olvídate de las cajas, y bueno, el papel navideño siempre se rompe al abrir el regalo. Sin embargo,
la recomendación por parte de los interesados por el medio ambiente no puede ser otra que
ahorrarse lo más posible el uso de estos materiales.
Hay quien recomienda no usar envolturas en absoluto, pero en medio de los extremos siempre
está la posibilidad de reusar las cajas y moños (sin guardarlos por años), o utilizar bolsas de regalo,
que no se destruyen al abrir.
Otra cantidad importante de residuos proceden de los plásticos de empaque, que protegen a los
productos en su trayecto, que ahora pasa por más manos, debido al comercio electrónico. Hay que
usar esa meticulosidad de las abuelitas de antaño para separar y llevar a los centros de reciclado
todos estos materiales, que no podemos reusar directamente. O bien, separarlos debidamente
para la basura, sin contaminarlos con el adobo del pavo y el mole de los romeritos.
Últimamente han aumentado las opciones y campañas para llevar los árboles de Navidad a centros
de acopio y reciclado. Hagamos de esto un bonito rito familiar, de cierre de temporada. Llevar
todos estos residuos a los sitios más adecuados, y a lo mejor pasar todos por unas fresas con
crema o un helado, para premiarse por el deber cumplido.
Nos encantan los ritos, qué tal inventarse uno nuevo que sea amigable con el medio ambiente.
