El 26 de enero fue el Día Internacional de las Energías Limpias. Espero lo hayas notado.
Da la impresión de que la ONU y otros organismos multinacionales se ha propuesto hacer todo un
Santoral nuevo, proponiendo días internacionales de esto y aquello… un día van a llenar todo el
año. Nada más para este primer trimestre se pueden contar 35 Días Internacionales y Mundiales,
propuestos por Naciones Unidos o por la Organización Mundial de la Salud, por ejemplo.
Decretar estos días debe ser una de esas actividades relajantes para la Asamblea de la ONU,
porque difícilmente va a haber una parte en desacuerdo, todos pueden hablar en favor del tema, y
votar casi en consenso.
¿Sirven de algo? Se puede decir que su principal papel es provocar conversaciones como ésta, y
que el mundo le destine, aunque sea unos minutos de su atención a temas que le atañen a toda la
humanidad. No mucho más que eso, pero no menos.
Existe un Día Mundial de la Energía, por cierto, desde 1949. Es el 14 de febrero, fecha en que
puedes festejar el amor y el petróleo al mismo tiempo, ¡genial! Pues bien, como eso no va con los
tiempos de lucha contra el Cambio Climático, la ONU emitió la resolución A/77/327 el 25 de
agosto de 2023, nombrando el 26 de enero como el Día Internacional de las Energías Limpias.
El objetivo es concientizar sobre el carácter prioritario que debe tener en el mundo el desarrollo y
aprovechamiento de tecnologías “limpias” de generación de energía. Por limpias se entiende
recursos renovables. En realidad, no hay una energía totalmente “limpia”. Ninguna actividad
humana, empezando por respirar, esta libre de huella ambiental.
Sin embargo, las energías creadas a partir de tecnologías renovables son mucho menos agresivas
con el medio ambiente, y es un hecho que las producidas por combustibles fósiles son
responsables de 90% de las emisiones de bióxido de carbono al ambiente. La relación directa entre
esto y el calentamiento global es obvia.
Así que las energías solar, eólica, hidroeléctrica, geotérmica, oceánica, nuclear y hasta la de
biomasa entran bajo la categoría de energías renovables. Sí, se incluye la energía nuclear, a la cual
le han empezado a ver mejor cara los gobiernos últimamente.
No es una imposición
A propósito de este día, existen argumentos en contra del uso de energías renovables, pero uno
que preocupa a la fecha es el que liga estas nuevas tecnologías a una especie de imposición por
parte del mundo desarrollado.
He leído a políticos latinoamericanos argumentar que las energías limpias deberían esperar a que
los países en desarrollo tengan el dinero suficiente para implementarlas, y que mientras tanto
estas naciones tienen el derecho sacro de explotar sus recursos naturales sin culpa. Parece que la
idea es que, si los países ricos lo hicieron antes y no les importó contaminar, los países pobres
debieran quemar sus respectivos barriles de petróleo y millones de metros cúbicos de gas natural,
antes de pensar en las celdas solares.
Para empezar, este argumento se cae cuando se considera que el costo de extraer petróleo, gas y
carbón es altísimo. Excavar un solo pozo petrolero, aún si existieran todavía terrenos “vírgenes”,
cuesta millones de dólares. Los materiales utilizados para ello también tienen huella ambiental, lo
mismo que la energía utilizada desde el momento de prospectar los terrenos.
Los costos son tan altos que muchos países con empresas petroleras poco eficientes están
perdiendo cada vez más dinero en utilizar este recurso.
Además, no hay razón para que no se pueda desarrollar el potencial de las energías limpias
mientras aún se invierte en las no renovables. Es difícil que las superficies idóneas para la energía
eólica o solar coincidan con las zonas de reservas petroleras. Pero el juego se vuelve suma cero
cuando es el Estado el que quiere desarrollarlo todo. Entonces sí todo se reduce a la proporción
del presupuesto que se pueda utilizar.
La energía eólica y la solar, tienden a ser mucho menos intensivas en capital y por ello tienen un
retorno de inversión mucho más accesible que la industria petrolera. De hecho, son tan benignas
que podrían funcionar para ser desarrolladas en pequeña escala por poblaciones pequeñas y hasta
individuos. El gran costo de la energía eléctrica convencional no solo es la generación, sino la
transmisión.
Entonces resulta que por lo menos estas energías pueden resultar mucho más generadoras de
equidad y sostenibilidad social que las tecnologías anteriores. A eso le llamaríamos energía justa.
