Cuenta la leyenda que hace muchos, muchos años, allá en la década de los 1920, hace un siglo, los científicos dieron con las fibras sintéticas. Sin embargo, tendrían que pasar otros 20 años para que el reflector pasara del nylon (mucho más fácil de hacer) al poliéster. Ya en 1941 fue posible fabricar el material que hoy se conoce como poliéster de forma viable, a partir del muy conocido PET. Ello revolucionó la industria textil para siempre.
La dependencia humana del algodón, la lana, el cuero y algunas otras fibras naturales había terminado. La llegada de nuevos materiales planteó un mejor abasto de textiles a un precio menor y por lo tanto un mayor acceso de la gente a la industria de la moda. Durable, resistente, flexible, aislante, ligero y resistente a la decoloración, el poliéster fue por años una solución para vestir a millones de personas.
Podría decirse que su auge fue de 1940 a los 70, cuando fue cediendo algunos espacios a mezclas de materiales. Sin embargo, hoy en más de 60% de la ropa que usamos hay poliéster o alguna fibra sintética, dice el Programa Ambiental de Naciones Unidas. En países con menor poder adquisitivo y alta urbanización este porcentaje debe ser mucho más elevado.
Hoy los suéteres de lana pura o las camisas 100% algodón son símbolo de calidad y suelen ser más caros, por supuesto.
En numeritos, en 2022 se produjeron 63 millones de toneladas de poliéster, lo que equivale a 54% del mercado global de fibras. En 1980 se fabricaban apenas 5.8 millones de toneladas, y en 2007, 34 millones. Las cifras van al alza, con todo y que ha aumentado la fabricación de fibras con base en PET reciclado, y se ha buscado producir de forma más sustentable. ¿Por qué?
Por el poder del consumismo, en realidad. La producción de ropa se duplicó entre 2000 y 2017, pero no debido a que se vista a más personas, sino en gran parte debido a que cada prenda se usa por menos tiempo. Un estudio indicó que las personas en Estados Unidos utilizan sus prendas 36% veces menos que hace 15 años.
El Fast Fashion, las “microtemporadas” y las tendencias efímeras están provocando que millones de prendas terminen antes de tiempo en la basura. Más números: 85% de los textiles van a dar el relleno sanitario (en el mejor de los casos); la ropa y el cuero y la goma componen hasta el 9% de la basura sólida.
Las cosas no son mejores en América Latina: los países en desarrollo reciben varios millones de toneladas de ropa usada al año. Nada más Estados Unidos exporta 717,000 toneladas anuales de artículos de segunda mano, lo que hoy se conoce como “ropa de paca”. Quizá acá las prendas nos duren mucho más, por cuestiones económicas, pero tarde o temprano todas esas prendas terminarán en el mismo lugar.
Además del enorme desperdicio, Naciones Unidas ha alertado sobre los microplásticos. Según esta entidad, hasta 9% de este tipo de contaminantes viene de la ropa. Cada lavada, el desgaste mismo al portarlas y, finalmente su descomposición en el basurero libera microplásticos. Ahora sabemos que muchos de ellos van a acabar muy lejos, incluso en los animales que comemos y el agua que tomamos.
Por ello hay una serie de recomendaciones para los usuarios de ropa que, más o menos, somos toda la gente:
- Compra menos ropa y úsala por más tiempo. Busca prendas menos sujetas a los caprichos de la moda. Ya sabes, las camisas blancas y los vestidos negros nunca pasan de moda, pero hay muchas cosas más.
- Considera la calidad. Te habrás dado cuenta de que ciertas marcas te venden a precios sumamente bajos, pero te ofrecen prendas que duran literalmente tres o cuatro puestas. Eso es parte del círculo del desperdicio.
- Modera el lavado. No se trata de andar por ahí con la blusa sucia, pero sí de no mandar todo lo que te pones en un día a la lavadora (salvo que trabajes en la construcción o algo así). Se ha probado también que las lavadoras que se cargan por el frente provocan un menor desprendimiento de microplásticos.
- Instala filtros. Ya hay filtros que se instalan en el desagüe de las lavadoras, igualmente hay bolsas de lavado que captan los desprendimientos, mientras que una gran novedad en otros países es la Cora Ball, una esferita que captura los microplásticos en el aparato de lavado.
Finalmente, cuando llegue el momento de despedirse de esa prenda, puedes donarla (por favor, la que esté todavía en buen estado), venderla o intercambiarla, incluso ya hay aplicaciones para ello. Por el momento, la mezcla de textiles hace muy complicado reciclar la ropa, por lo que en este caso se trata de controlar el consumo, hasta que la ciencia y el desarrollo industrial nos ofrezcan mayores alternativas.
