¿Son muchos o pocos? En México hay 320 cuencas hidrográficas dice el sitio de Biodiversidad Mexicana del gobierno. Cuencas son aquellas zonas por pasa el agua desde las alturas, para alimentar ríos más grandes, lagos o el mar. De ahí, se cuentan a veces 50, a veces 51 ríos principales, pero sólo siete ríos engloban 71% del agua que corre por nuestro territorio, según Semarnat:
- Grijalva – Usumacinta
- Papaloapan
- Coatzacoalcos
- Balsas
- Pánuco
- Santiago
- Tecolutla
Curiosamente, esta página no considera al Río Bravo, que sería el más grande, con más de 3,000 metros de longitud. Suponemos que por su carácter binacional. El caso es que, comparativamente hablando, México no tiene mucha superficie de ríos caudalosos, como sería el caso en Brasil y Argentina. Por ejemplo, toda la energía eléctrica de Paraguay proviene de fuentes hidráulicas.
Tenemos pocos ríos, y los tratamos muy mal. Haz de saber que la CDMX tenía por lo menos 45 cuencas o pequeños ríos, mismas que ahora no existen. Los principales ríos de esta capital están entubados y enterrados, porque primero los contaminamos hasta convertirlos en grandes focos de infección. Churubusco, Consulado, La Piedad y Mixcoac eran ríos, ahora son calles y vías “rápidas”.
Por el estilo está el resto del país, y esto nos puede afectar mucho en el futuro. La Comisión Nacional del Agua (Conagua) reportó que, de 4,775 sitios superficiales examinados, sólo 27.3% se reportaron en “verde” (calificados como aceptables), 28.8% se caracterizaron como “amarillo” (por tener un grado bajo de toxicidad) y 50.9% de los sitios se calificaron en rojo, por su carácter de alta contaminación.
Entre los contaminantes más frecuentes están las descargas de aguas residuales municipales, población bacteriana como e. coli, o enterococos fecales, descargas industriales y residuos sólidos.
En este contexto de ríos sumamente contaminados destacan por mucho los casos del Río Atoyac (entre Puebla y Oaxaca) y un caso emblemático: el sistema Lerma – Santiago. Este río, que nace en Almoloya del Río, Estado de México, pasa por Querétaro, Guanajuato y Michoacán, antes de llegar al Lago de Chapala, en Jalisco. Ya con el nombre de Santiago, para por Nayarit antes de desembocar en el Pacífico, ha merecido una buena cantidad de estudios y reportes por su nivel de contaminación.
Sucede que a las aguas de este río van a dar residuos industriales de una de las zonas con más intensa actividad industrial del país. Empresas de procesamiento de carne, productos lácteos, hortalizas, bebidas, pasta y papel, artículos de cuero y productos petroquímicos y químicos, hay de todo. Pero también hay muchos poblados en sus orillas que descargan sus aguas residuales en esta vía. El resultado es espeluznante.
En los últimos años se han realizado esfuerzos para proteger este río, forzando el tratamiento de aguas residuales por medio de la ley, pero mucho del daño ya está hecho. Para revertir al río a un mejor estado, es necesario escuchar a la academia. Por ejemplo, hace unos meses los investigadores del Centro Universitario de Tonalá estimaron que el río Santiago podría volver a su antiguo esplendor en menos de 10 años.
Hay que decir que el gobierno de Jalisco emprendió un proyecto de limpieza del Río Santiago, que incluso registró ante la ONU como un proyecto de desarrollo sustentable. En concreto, los objetivos eran ampliar la planta de tratamiento de agua de “El Ahogado” (vaya nombre), instalar equipo más eficiente en el uso de energía en las plantas de tratamiento, así como la construcción de líneas “púrpura”, que permitan reusar mejor el agua tratada. Los resultados tendrían que darse a conocer este diciembre de 2024, a ver si se lograron.
México tendría que a prestar atención a los esfuerzos que se han llevado a cabo en otros puntos del mundo. No hace mucho, durante los Juegos Olímpicos de Paris, se intentó presumir que las aguas del Sena estaban listas para nadar en ellas. El resultado no fue ideal, pero es cierto que tanto este río como el Támesis en Londres, el Rin en Alemania y el Tajo en Lisboa ya dejaron de ser las cloacas en que se habían convertido, algunos de ellos desde hace más de dos siglos. En otras latitudes, el río Han y el Cheonggyecheon han sido rehabilitados en Seúl, Corea del Sur, lo mismo que el río Singapur
Los esfuerzos de limpieza en los ríos de otros países son grandes testimonios de que todo el mal que le hemos hecho a nuestras vías fluviales se puede revertir. Solo hace falta una verdadera decisión política, capaz de romper barreras sexenales y estatales. Ese es el punto que está entorpeciéndolo todo.
