Recorriendo la ciudad, principalmente en avenidas como Paseo de la Reforma en la
CDMX, me encuentro conque ya se está acabando el año. Es un decir, pero ya entramos
en esta recta final que salta del Grito de la Independencia, al Día de Muertos, al Buen Fin
y finalmente Navidad y Año Nuevo. Es el trimestre más activo en términos de consumo, y
está lleno de adornos y otras actividades que quizá un extraterrestre se preguntaría qué
sentido tienen.
Cada año, entre mediados de octubre y los primeros días de noviembre, México se viste
de tonos naranjas y dorados con la flor de cempasúchitl (Tagetes erecta), símbolo
inconfundible del Día de Muertos. Este periodo de alta demanda, que combina tradición,
identidad y economía, genera también un conflicto logístico y un desafío ambiental.
La flor de los muertos
El cempasúchil es mucho más que una planta ornamental. Su uso está profundamente
arraigado en la cosmovisión mexicana, donde se cree que su color y aroma guían a las
almas de los difuntos hacia los altares familiares.
Además de su carga simbólica, la flor sostiene una cadena productiva relevante que
involucra a miles de agricultores, principalmente en estados como Puebla, Guerrero,
Oaxaca, Hidalgo, y la propia Ciudad de México. Durante las semanas previas al Día de
Muertos, los campos se llenan de color y actividad, y los mercados se abarrotan de
arreglos, coronas y pétalos.
Con una producción estimada de 16 millones de toneladas de cempasúchil en 2024 a
nivel nacional, estas flores se utilizan intensivamente en calles y casas de México por tres
semanas y prácticamente no las volvemos a ver hasta el año siguiente. La demanda es
tal, que el gobierno de la CDMX ha impulsado un fenómeno interesante en producción
agrícola: ha multiplicado por 10 la producción local de esta flor en apenas siete años.
Apenas en 2018, el sur de la ciudad y áreas conurbadas, la región que permanece más o
menos dedicada a cierta producción agrícola, producía apenas 663,000 plantas de
cempasúchitl. El estímulo del gobierno de la ciudad fue tan grande que este año se
espera la producción de 6.3 millones de plantas.
Si esto ha sucedido de forma parecida en el resto de las regiones productoras, la
producción en 2025 seguramente superará los 18 millones de plantas, que se eran
cortadas, vendidas y puestas de adorno en todo el país… para ser desechadas tres
semanas después.
Asumiendo que más o menos cada flor de cempasúchitl pese unos 100 gramos, por
México van a pasar 1.8 millones de toneladas de flores en este mismo lapso. A todo esto,
¿hay un plan de gestión de residuos de tanto material?
La CDMX instauró el año pasado 30 centros de acopio para recibir flores, pétalos, tallos y
hasta plantas en maceta. La mayor parte de esta materia puede destinarse al compostaje,
aunque también hay algunos usos secundarios como la elaboración de pinturas,
infusiones o alimentos. Existen de hecho decenas de recetas para elaborar cremas,
atoles, panes, quesadillas, helados, tés, bombones, y mucho más. Los investigadores
han descubierto también propiedades insecticidas de esta planta, por lo que incluso
algunos ya han desarrollado métodos para extraer esas propiedades para la elaboración
de sustancias naturales contra las plagas.
Está bien que se instalen estos centros de acopio, lo que es realmente importante es que
todo este material tenga a dónde ir. En la CDMX hay unos ocho grandes plantas de
composta, en donde destacan la del Bordo Poniente y la del Rescate de Barrancas Santa
Fe; la UAM tiene un centro de compostaje, igual que el IPN. Y hay una serie de centros de
compostaje de menor tamaño de carácter privado. Esta infraestructura es completamente
insuficiente.
En agosto pasado, el gobierno de la ciudad anunció que desarrollará otros cuatro grandes
centros de compostaje, en Xochimilco, Tlalpan, Tláhuac y Álvaro Obregón, con una
capacidad de 200 toneladas cada una. Esto dentro de un plan que llaman “Ciudad
Circular: Basura Cero para transformar la capital”.
Es sin duda una buena noticia, hay que esperar que se lleve a cabo, y que se mantengan
funcionando debidamente. Y lo más importante, que se extienda este esfuerzo al resto del
país. Estamos como siempre hablando de la CDMX.
Hay poca información respecto del resto del país. Sabemos que el proyecto de economía
circular del estado de Jalisco es muy relevante, y que municipios como el de Zapopan y
Guadalajara, Jalisco; Benito Juárez, Quintana Roo; Jesús María, Aguascalientes; Irapuato
y León, Guanajuato; Metepec y Atlacomulco, Estado de México; Morelia, Michoacán y
Querétaro, Querétaro; Saltillo, Coahuila y San Luis Potosí, SLP han sido destacados
ganadores del premio “Escobas de Oro” que organiza Ategrus, la Asociación Técnica para
la Gestión de Residuos y Medio Ambiente.
Sin embargo muchos de estos premios se otorgan por campañas de concientización y
otros proyectos, no necesariamente inversión en infraestructura para la economía circular.
De esta forma, muchas toneladas de Cempasúchitl van a terminar este año, como tantos
otros, en el relleno sanitario. Muchas toneladas de tradición se desperdician de esta
forma.
