El hambre ha sido un problema permanente en la historia de la humanidad, el cual se concentra con especial gravedad en algunas regiones del planeta. Actualmente más de 690 millones de personas en el mundo padecen hambre; en porcentaje, 8.9% de la población mundial. Se trata de un problema que se ha venido incrementando de manera constante, además de que existen aún grandes desafíos que como sociedad debemos asumir como prioridad para poder avanzar en su combate.

En septiembre de 2015, durante la Cumbre para Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, se propuso la meta de erradicar en su totalidad el hambre para 2030. Sin embargo, por diversos factores, incluyendo la pandemia, muchos de los esfuerzos realizados en los últimos años entraron en pausa, haciendo una tarea imposible el cumplir el objetivo de hambre cero en un lapso de siete años, de hecho los estragos macroeconómicos que se enfrentan ha incrementado la pobreza y por ende el acceso a los alimentos.

De acuerdo con la FAO, en México 41 millones 500 mil personas sufren de malnutrición, entre ellos, más de 200 mil niños y niñas menores de 5 años sufren de adelgazamiento morboso. La pandemia vino a agudizar las desigualdades sociales teniendo como resultado estancamientos en el objetivo de mejorar el porcentaje de la nutrición en el país.

Pero ¿no hay comida?

Actualmente el desperdicio de alimentos es el gran problema que tenemos en juego. Como dato duro, 1,300 millones de toneladas de alimentos se desperdician anualmente, generando un enorme daño al ambiente.

¿Dónde empieza el desperdicio? Según la FAO, los niveles más altos de despilfarro alimentario se derivan del comportamiento de los consumidores y de la falta de comunicación en la cadena de suministro. El 54% de los desperdicios se producen en la producción y almacenamiento de la postcosecha, y el 46% restante sucede en la distribución y el consumo.

“Simplemente no podemos permitir que un tercio de todos los alimentos que producimos se pierda o desperdicie debido a prácticas inadecuadas, cuando 870 millones de personas pasan hambre todos los días”, asegura el director general de la FAO, José Graziano da Silva

Analizando estas dos vertientes, ¿cómo podemos contribuir a este objetivo?Retomando el comentario de José da Silva, se puede mejorar la forma en que utilizamos nuestros alimentos. De hecho, la red 2030 propuso una serie de pasos para tener una cocina sostenible:

  1. Optar por envases o materiales que se puedan reusar y en caso de ser de plástico acopiar y separar para que puedan ser reciclados.
  2. Aprovecharlo todo para reducir el desperdicio de alimentos.
  3. Ahorrar agua.
  4. Apostar por frutas y verduras de temporada.
  5. Escoger productos de proximidad para impulsar el comercio local.

Además, el fomentar hábitos como el compartir alimentos con los más pobres es un buen punto para agregar. Si bien es cierto que hoy en día el salario mínimo no alcanza para surtir una canasta básica, eso no nos priva de compartir nuestros alimentos con otras familias o intercambiar productos que tengamos repetidos en nuestra alacena.

La suma de pequeñas acciones generan un cambio mayor, todas las decisiones que podamos tomar desde el hogar repercuten a nivel global. La corresponsabilidad es un valor que nos puede redefinir el futuro que estamos construyendo, así que te invito a reflexionar y darnos más ideas de cómo puedes ayudar a alcanzar el objetivo de Hambre Cero…

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